Huele a hierba recién cortada en las calles vacías de una ciudad invisible, de pilares sobre denso vapor de agua blanco.
Llueven pétalos de flores amarillas acumulándose en las aceras y la brisa cálida revuelve una melena.
El sol se escurre desde lo alto, en un cielo rojizo se paraliza.
Una chica observa el horizonte con ojos decididos, mordiéndose los labios en una sonrisa al divisar una esbelta silueta.
Con un paso revuelve el manto de gotas caídas sobre las nubes, abre sus puños soltando el aliento... Camina nerviosa, pero no duda, no desvía su mirada iluminada.
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