sábado, 3 de marzo de 2012

¡Tan difícil no besarte!

Nos tumbamos, y las yemas de tus dedos se posaron en mi cintura como imán incandescente. Así iniciaron el siguiente recorrido; dejaste caer tu palma sobre mi vientre y las caricias se deslizaron en vaivén de miel hacia mi pecho. Alcanzaron mis costillas: acompasamos respiración y movimiento piel con piel.
¡Temí que notaras el fuerte tempo de mi palpitar en allegro prestissimo con fuoco!
Tu nariz en mi mejilla, mi mejilla sobre tu brazo, tu otro brazo sobre mi pecho y mi pecho, paralizado. Cerré los ojos dirigiéndolos paralelos a los tuyos... Mi aliento se desplomó al llegar la luz de tu reflejo. Me atravesaste el alma en menos de medio segundo que pareció eterno cielo.