sábado, 23 de julio de 2011

De madrugada: tercera parte.

EL FINAL


En casa recibí un mensaje en el teléfono móvil.
Descripción de un suceso hipotético, en relación al mensaje:

Llegué a casa con el pelo empapado. Por la mañana el cielo había estado nublado y justo, cuando decidí salir de mi madriguera, las nubes grises se desahogaron en una profunda lluvia resumida en chaparrón.
Pues abro la puerta y dejo las llaves encima de la mesita de la entrada (la que está debajo del espejo enmarcado en madera). Bueno, total, que llego y me encuentro toda la casa en calma. Camino hacia el salón y allí estás tú, sentado (muy serio) en el sillón color crema frente al televisor.
Dejo mi bolso en el sofá y me siento a tu lado. Te miro y tu observas el infinito, evitando mis ojos color marrón iluminado. Cojo tu cara, por el mentón, con mis manos frías y de uñas largas, y te digo:
-... ¿Pasa algo?- Con timidez, y rompo cada sílaba.
Tu me respondes con un breve silencio e intensa mirada, acto seguido te deshaces de mis zarpas y sitúas tu punto de vista en la televisión apagada. Tus codos se fijan sobre tus rodillas, manteniendo erguidos los antebrazos, de las manos, en las que se asienta tu mandíbula.
-Estoy incómodo con algo.
-¿Cómo? -Pronuncio confusa. -¿Con qué?... ¿Eh?- Te insisto intrigada o desesperada, (es que en realidad... sospechaba tu sentencia).
Sigues en silencio, así que cojo y me inclino hacia delante hasta topar con tu iris azul. Te pido con los ojos una explicación.
-¿Incómodo con qué?- Recito.
-¡CONTIGO! - Me dices y percibo como tus labios asesinos, transforman mis ojos en dolor húmedo.
Silencio en toda la sala. El televisor sigue apagado, la ventana está cerrada, las macetas patrocinan la vida que sostienen y, de pronto, nace el susurro de la lluvia tras el cristal. 
No te pedí explicaciones, pero si te reproché tu decisión.
-No. Escucha, quiero rehacer mi vida, empezar otra vez... He estado pensando y "bla bla bla"...- Todo me sonó a escusa, simplemente te aburro ya e intentas suavizar la noticia.
Me quedé callada escuchando, después fingí lo mejor que pude que no me importaba nada de lo que me habías comentado

Entonces, me dirigí al baño y me desnudé encima del mármol congelado. Apoyé mi peso en el lavabo, me miré al espejo y estudié mi expresión. "¡Qué haces!, ¿recuerdas lo que te prometiste a ti misma? Ningún hombre podía molestarte. Además, sabías que esto pasaría tarde o temprano, él no era para ti. Teníais intereses muy diferentes: él quería experimentar, tú una relación formal, y sabías que con él no funcionaría".

Y allí, en el baño, mientras discutía conmigo misma, en ropa interior y con una botella de ginebra barata a mi vera, prometí dedicarme exclusivamente a existir, sola.
Después me calenté en la ducha, pero el cielo seguía nublado y la lluvia caía.