viernes, 2 de septiembre de 2011

Infinito firmamento


Me relaja la noche. El silencio del abrazo nocturno me acuna, el soplo del aire y la luz de las estrellas...

Muchas veces he soñado estar en aquella estación invernal que solía visitar de niña:
Habría ido de viaje, con amigos o con mi familia, y ya entrada la noche, mientras todos estuviesen envueltos en los finos velos de Morfeo, yo abriría los ojos en la penumbra. Y el reflejo de la luna en mis pupilas sería mi estrella guía en esta ruta, quiero decir, sería esclava de mi ilusión hacia el espacio exterior. 
Buscaría una puerta, tal vez esta daría a una terraza... Paso por ella, me cubro los hombros (con la manta que poco a poco se me había ido resbalando), pues acabaría de nevar y se siente más la brisa gélida de la montaña alta. 
En la terraza, encontraría unas escaleras que me llevarán a un aparcamiento. Bajaría y correría entre los coches hacia la entrada de la pequeña casa rural. En frente de la puerta principal, entre la nieve virgen, habría una roca. Esa sería mi butaca VIP para observar el cielo estrellado de la noche invernal de mis sueños.


Muchas veces he soñado y todas ellas despierta.

A veces reflexiono:
La ilusión misma, revive a personas ya envejecidas en alma por la amarga tragedia. El deseo es el alimento que nutre a la esperanza, la cual nos ilusiona.

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