Caía a sus espaldas la fría noche mientras observaba el silencio en calma de la calle. La luz de una farola se clavaba en un charco, hacía de su luz un pequeño destello que salía del agua.
Ella solo dejó caer su pie lentamente sobre el barro cuando se percató de que sobrevolaba las húmedas calles de la ciudad.
No se había acostumbrado a experimentar esas ansias de deshacerse del mundo e inventar uno propio. Por eso seguía ascendiendo sin control mientras observaba las estrellas que una vez más se reflejaban en las pupilas de aquella chica soñadora.
Imagina, vuela.
Ella así es feliz.
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